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April 19, 2012

Lima City - Centro Cultural Juan Parra del Riego

Glue - Historia adolescente en medio de la nada (2006)
Directed by Alexis Dos Santos

Alexis Dos Santos' Glue is an unpredictable film: surprising twists at the end would have been utterly unnecessary. This is not a story that needs to be resolved. It finds resolution in its own wandering narrative lines that intercross with each other and sometimes build up into new plots and sometimes just vanish into the seemingly vague introspective monologue of the main characters.

Alexis Dos Santos creates a very interesting protagonist. A young boy that cannot yet define what it is he wants. A boy that can stare at the abyss without worrying about the abyss staring back at him (and in that sense, just like with Nietzsche's phrase, there is a full reaffirmation of life without going through the usual passages or topics). Lucas is a boy that notices with a strange fascination the hair protruding out of his best friend's armpit and wonders what the other boy might think of when indulging in solitary sexual stimulation.

Michel Foucault's affirms that fantasizing must be taken into account if one intends to understand masturbation; in Foucault's terms, masturbation is impossible without the subject's fantasy; and it's because of this fantasy more than the act itself that people in the Victorian age tried, by any means possible, to eradicate onanism. Nonetheless, the viewer cannot be privy to Lucas' fantasies when he engages into such activities. Is it then the fantasy that works as the Aristotelian primus motor that leads Lucas acts? And if so, what is Lucas constantly fantasizing about? Lucas also thinks about what it means to be a man, and why is it that a man must act according to some unwritten and yet fully endorsed social law. Andrea, a friend of his, also asks herself why it is that some activities are considered masculine while others aren't, she questions gender differences and sees how arbitrary they can be. Destabilizing Lacan's masculine and feminine positions, both characters undermine the core of it all: the name of the father. It's the name of the father, or nom de père, that inscribes a subject into the symbolic order and inserts him into either the masculine or the feminine position. It's no surprise, then, to see that Lucas at first tries to eliminate his father from his life (a father who is already an absent figure, a situation that occurs with the rest of the characters as well).

Michele del Campo

Can Lucas and his best friend Nacho continue to be friends despite Lucas hidden desire? It would seem like it as long as the friendship is structured upon an overtly heterosexual dynamic. This dynamic will be interrupted one night in which some boundaries are crossed and as a result Nacho feels guilty and decides to leave Lucas alone.

As soon as the father reinserts himself into Lucas life, the nom de père settles in. Lucas discovers inadvertently that it is not his mission to undermine the structures but to take advantage of them. And conquering Andrea's affections he also regains Nacho's interest. Then only through Andrea's body will Lucas be able to enjoy Nacho's body. When this most peculiar ménage a troi is carried out masturbation is no longer necessary, but even with the other body Lucas is still forced to sustain the fantasy that has misled him from the very beginning.
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poemario de Renato Sandoval

Hay ocasiones, o mejor dicho, noches, en las que todo parece ocurrir de manera simultánea y no sabemos a qué evento asistir. Ayer miércoles, se inauguraba la muestra Lima City en el Centro Cultural Juan Parra del Riego (ex Mochileros) en el bohemio distrito de Barranco.

Mi amigo Julio Garay me había invitado desde hacía dos semanas, y yo le había prometido asistir a la inauguración. Me hubiese sentido culpable si no cumplía con mi palabra, y es que en el pasado Julio ya me había invitado a otras muestras, y siempre pasaba algo que me impedía asistir.

El miércoles en la noche, pensé que Julio estaría condenado, una vez más, a contar con mi inasistencia, y es que exactamente a la misma hora, a algunas cuadras de distancia, se llevaría a cabo la presentación del libro “La gente dice que somos teatro popular” de Malcolm Malca V. En la presentación del libro estarían Alberto Ísola, a quien he saludado alguna vez, Miguel Rubio, director y fundador de Yuyachkani, y gran amigo de mi padre desde hace décadas y Luis Peirano Falconí, actual ministro de cultura.

Casi voy de frente a Dédalo pero algo me detuvo. No podía, una vez más, quedar mal con Julio. Así que llegué a las 8pm a la primera cuadra de Pedro de Osma, y entré a la imponente casona barranquina que alguna vez fue punto de encuentro para todo tipo de juergueros. Allí me encontré con Antonio Capurro, que me comentó que Augusto Rey haría una charla sobre derechos LGBT en Impares el día de hoy. También saludé a Cecilia Carrión, a quien conocí en su muestra individual en el Centro Colich, en esta ocasión, ella también participaba de la muestra con interesantes cuadros.

Lima City es una exposición colectiva que reúne las obras de diversos artistas, muchos de ellos amigos míos a quienes pude saludar apenas llegué, como Alejandro Romaní, Joseph de Utia y, por supuesto, Julio Garay. Julio nos proporciona una estupenda imagen de la avenida Javier Prado devastada, en un futuro post-apocalíptico; si bien la vertiente de futuros postnucleares es bastante común en películas, cómics o libros norteamericanos, en el arte peruano es algo sumamente inusual, así que sólo este hecho basta para encontrar relevancia en la obra de Julio.
signed edition / edición autografiada

Me tomé un par de chilcanos hechos con pisco Hijo del Sol, y partí de inmediato hacia Dédalo. Llegué a la mitad del discurso de Miguel Rubio, pero al menos pude escuchar íntegramente las palabras de Luis Peirano, que fue mi profesor del curso Actuación 1, de artes escénicas, hace ya un lustro, o quizá un poquito más. En Dédalo tomé un par de pisco sours hechos con pisco Rotondo (uno de mis predilectos), y algunas copas de malbec.

Lo mejor de la noche, sin duda, fue ser saludado por el ministro de cultura con la misma efusividad de siempre. En efecto, Peirano parecía haberse olvidado de los dos guardaespaldas que lo escoltan a todas partes, y además de acercarse a mí, pudimos conversar durante algunos minutos. Ya después llegaron Abelardo Sánchez León y un par de personas más, y en menos de cinco minutos, Peirano se retiró, flanqueado por sus dos guardaespaldas de terno negro. Quedamos en comunicarnos vía mail, y lo cierto es que, tal como comentaba con Eduardo Lores un poco más tarde, Peirano está impulsando proyectos interesantes en el Ministerio de Cultura, a diferencia de Ossio que en diez meses no hizo nada, o Susana Baca que tampoco llegó a concretar proyectos de gran envergadura.

Me senté un rato con María Elena Fernández y Eduardo Lores, y les comenté un poco mi experiencia como alumno de Peirano. Lucho es un verdadero maestro, no solamente es un experto en todo lo vinculado al teatro sino también un hombre exigente. Pero hay algo especial en la forma en la que Peirano nos exigía, si hubiese sido otra persona, nos hubiésemos sentido frustrados, pero con él, en cambio, nos sentíamos motivados a esforzarnos más, a hacer lo posible para cumplir con lo exigido.
my inks / mis tintas

La primera vez que vi a Peirano fue hace una década, a fines del 2001, cuando me invitaron a mí y a varios más del elenco de la obra de teatro dirigida por Mariana Silva Irigoyen a un programa cultural del canal 7. Lucho llegó y lo primero que hizo fue preguntarnos si nos habían ofrecido algo, si nos habían atendido, frente a nuestra respuesta negativa, su reacción fue inmediata. En ese entonces, yo no tenía ni idea de quién era Lucho Peirano, pero igual en el canal decidieron transmitir la pregunta que le hice (se trataba de un programa en el que el público podía hacer preguntas). Recuerdo claramente lo mucho que me impresionó este hombre canoso, de dicción perfecta, de voz nítida, se trataba de alguien carismático, con gran presencia escénica, y no hacía falta que me lo señalaran para saber que todo el programa estaría enfocado en él. Esa vez, para mi mala suerte, no averigüé cuándo transmitirían lo que había sido grabado ese día, y a las pocas semanas, me di con la sorpresa de que los profesores y profesoras de mi colegio me habían visto en la pantalla de sus respectivos televisores, algo que yo mismo no pude experimentar. Y así fue, entonces, como mi primera aparición en televisión nacional pasó al olvido.

Años más tarde, me matriculé en el curso de Actuación 1. Uno de los requisitos del curso era tener una entrevista personal con el decano de la facultad de Comunicaciones, y mi sorpresa fue tremenda al descubrir que el decano era, de hecho, Luis Peirano. Desde entonces, Lucho y yo nos hemos reencontrado en diversos eventos, y él siempre se ha acordado de mí y me ha saludado con afecto. Es curioso, pero en general, como alumno de la PUCP, mis notas siempre fueron bajetonas excepto en cinco cursos: Actuación 1 (allí fui el primero de la clase), Taller de teatro con Joaquín Vargas (el primero de la clase), Taller de narrativa con Alonso Cueto (de nuevo el primero de la clase), Taller de poesía con Rossella di Paolo (primero, otra vez), Cine y literatura con Giovanna Pollarolo (esta vez quedé sólo en segundo puesto). No es extraño, entonces, que los maestros realmente geniales hayan sido los únicos que me han inspirado a ser el mejor. Es una lástima, eso sí, que no haya más gente como ellos en la PUCP.