Obadia & Chervier's film confronts teenage sexuality through the analysis of contemporary society's demands. Every aspect of life demands now utter success; and sex has become yet another facet in which one must either triumph or perish. "Du poil sous les roses" focuses mainly in two characters: Roudoudou, a lightheaded and cheerful girl who is preoccupied with sexual matters that no one can answer plainly. School education is not fit to the inquiries of young minds; the expert's opinion (in this case her gynecologist) is too cold and detached from the actual sexual act. The other character is 15-years-old Romain, a seemingly reclusive boy whose only friend is the son of her mother's lesbian partner.
Our vision of sex has evolved and devolved throughout time. Sex has been interpreted from a healthy perspective of tolerance in Ancient Greece and in the first two centuries of the Roman Empire, to a more restricted or condemned approach in medieval times; it has even been a force that needed to be subjugated and canalized into the path of prosperity and production in the Victorian Age. Nonetheless, sex is today as complex as ever, perhaps even more complicated as this film suggests.
Jacques Lacan's followers have theorized that in contemporary society the individual has become the main and sole purpose of the being, whereas in past times a social group or even a shared idea would have been of paramount relevance. The individual, of course, must be defined negating the other. Thus, contemporary approach to sex consists in nullifying the otherness of the sexual partner. Sex is no longer an intimate or powerful moment, but rather the reification of the individual's Lacanian imperative of jouissance. The film provides more than enough arguments to uphold this analysis.
Claudio Gallina |
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Cuadros en el taller de Reve |
Cuando llegué alrededor de las ocho a la Sala de Arte de Viajes El Corte Inglés el lugar estaba repleto. Renzo Núñez Melgar Vega (Reve) había convocado una gran cantidad de visitantes, quizá algunos atraídos por sus maravillosos cuadros y otros por el concierto de Dirty Black Brain, el grupo de rock integrado por Asad López de Castilla y el mismo Renzo. Conocí a ambos artistas en Barranco, hace unos meses, sin saber que compartían un taller en el mismo distrito. Y entre charlas y copas de vino en diversas galerías de arte, terminamos haciéndonos amigos.
Cuadro de Reve en proceso |
A veces me he sentido un poco culpable al tocar la puerta del taller, sabiendo que interrumpía aunque fuese brevemente la labor artística. Pero ser testigo del proceso ha sido invalorable. Ahí he estado, en más de una ocasión, observando la paciencia y la dedicación de Renzo. Ahora, al ver todos los cuadros en un solo lugar siento algo más allá que el simple interés de un visitante anónimo.
Este martes también fue memorable por otro motivo. A las diez de la noche llegué a Dédalo, había tenido lugar la presentación del nuevo libro de Carlos Herrera. En el 2004, cuando tenía 19 años, fui por primera vez en la vida a Dédalo. Irónico que, a pesar de vivir en Barranco, ni siquiera había escuchado de ese espacio maravilloso hasta ser invitado por Germán Coronado, el editor general de Ediciones Peisa, a la presentación del libro de un autor que no conocía, en un lugar todavía desconocido, con gente que tampoco conocía. Recuerdo haber llegado a Dédalo hace siete años, con un poco de inseguridad al ver que todos allí me doblaban la edad y que excepto por Germán, no conocía a nadie. Pero, en esa primera visita, María Elena Fernández me vio y me saludó (se acordaba de mí del colegio y eso es un testimonio a su buena memoria), y desde ese entonces me ha seguido saludando durante ya siete años.
Cuadro terminado (imagen tomada del catálogo de Reve) |
No hay ningún centro cultural, ni galería ni espacio en Lima –y los conozco todos– que me haya acogido tanto como Dédalo. Hoy, es habitual quedarme conversando con María Elena y Eduardo Lores. Claro que las cosas han cambiado un poco, si bien antes, dominado por el pesimismo, me creía incapaz de protagonizar una presentación, hoy siento que publicar una novela ya no está en el lindero de la utopía (el u-topos, o sea, el no-lugar en griego). A regañadientes, he terminado siendo un poco más optimista de lo que hubiese imaginado. La novela que quiero, esa que anhelo, todavía no está terminada. Pero cuando esté, y se publique, la presentación será, por supuesto, en el extraordinario Dédalo de María Elena.