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September 15, 2019

El Cuy, en 1987 (I) - Juan Acevedo

4 years ago I described in detail “Mundo cuy”, an extraordinary exhibit of the work of Juan Acevedo Fernández de Paredes, “a well-deserved tribute to the most important comic book author in Peru”. The Peruvian North-American Cultural Institute has always supported the 9th art, and on several occasions they have invited me to talk about comics, and the organizers of these events have also expressed their admiration for my own work as a comic book author. In one way or another, the ICPNA has always been present. In 2015 I had the idea of writing about one of the most endearing and unforgettable characters in Latin American comic books.

Juan Acevedo, a Peruvian author with whom I share nationality and even a second last name (Acevedo, no relation, obviously), started in the late 70s the first comic strip of “El Cuy”. And why a guinea pig instead of a cat or a dog, like in so many other cartoons? The answer is simple: “In 1977 I wanted to make an animal that would express something typical from here, from Peru. The Americans had their Mickey Mouse, we had several rodents, among them I chose the cuy (guinea pig), which was more familiar to me as a child”, explains Acevedo.

However, the Cuy is not a simple reference to Disney but rather its antithesis. If Disney characters live in a fantasy world, always full of happiness and where nudity does not exist, the Cuy lives in the real world (specifically, in Peru), and in his stories there are deep reflections on society, groups of power, ideology and, of course, politics; certainly, unlike Mickey Mouse and everyone else, both the Cuy and his friend and colleague, Humberto, are always naked, perhaps as a visual way of highlighting that nothing is hidden, or also as a challenge to that firmly entrenched norm in which all the animals represented in a cartoon should wear a shirt or a vest, never pants, and never visible virile members. In the comics of Juan Acevedo, the Cuy and Humberto stroll through the streets of Lima without worrying about their nakedness, showing the world that there is no reason to be ashamed of being “calatos” (naked), a word, by the way, absolutely Peruvian.


For some reason, this Andean rodent has in fact become one of the greatest symbols of Peru, and after living 2 years in Wisconsin and 1 year in California, I am still surprised by the amount of people who ask me if I eat guinea pig in my country. Most Americans are unsure about the location of Peru, the name of its capital, or its connection to the Incas, but what they do know, curiously, is that the guinea pig is an animal that Peruvians always eat, despite my constant efforts to clarify that, as someone from Lima, for me it is more common to eat a ceviche and that the guinea pig belongs more to the Andean world, and therefore it is foreign to my culinary environment.


In 1987, under the direction of César Hildebrandt, the first issue of the ‘No’ supplement of the ‘Yes’ magazine was released, which fortunately my father kept in his personal library. Today, therefore, I have access to the first 30 copies of this supplement, in which a new Cuy adventure, set 5,000 years ago in the past, was published. Although a few years ago a trade paperback was edited, compiling the adventures of the Cuy, I must say that it seems to me a mistake that this edition eliminated the original colors and chose to have everything in black and white. Hopefully one day a new edition will come out that includes the original color pages that came out 32 years ago.


Rafo León affirms that “El Cuy is one of the emblems of my generation, and of Juan’s, obviously. It summarizes the ideal of many of us who wanted to break out of the preset patterns”. And although I am from a different generation, the Cuy was and still remains an emblem for me. It took me 4 years to write about the Cuy, but I can safely say that the next post about this Andean rodent will not take that long.
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Hace 4 años hablé en detalle sobre 
Mundo cuy, una extraordinaria retrospectiva de la obra de Juan Acevedo Fernández de Paredes, y “un merecido homenaje al más importante autor de cómics del Perú”. El Instituto Cultural Peruano Norteamericano siempre ha apoyado el noveno arte, y en diversas ocasiones me han invitado a realizar charlas sobre cómics, y los organizadores de estos eventos también han expresado su admiración por mi propia labor como autor de cómics. De un modo u otro, el ICPNA está presente en todo ello. Ya en el 2015 tenía la idea de escribir sobre uno de los personajes más entrañables e inolvidables del cómic latinoamericano. 

Juan Acevedo, autor peruano con el que comparto nacionalidad y hasta un apellido (aunque eso no significa, obviamente, que estemos emparentados), lanzó a fines de los 70s la primera tira cómica de “El Cuy”. ¿Y por qué un cuy en vez de un felino o de un can, que tanto abundan en el mundo de las caricaturas? La respuesta es simple: “En 1977 quise hacer un animalito que expresara algo propio de aquí, de lo peruano. Los norteamericanos tenían su ratón Mickey, nosotros teníamos varios roedores, entre ellos escogí al cuy, que me era más familiar de niño” explicó el propio Acevedo. 

Sin embargo, el Cuy no es una simple referencia a Disney sino más bien su antítesis. Si los personajes Disney viven en un mundo de fantasía, siempre lleno de felicidad y en donde la desnudez no existe, el Cuy vive en el mundo real (concretamente, en Perú), y en sus historias hay sesudas reflexiones sobre la sociedad, los grupos de poder, la ideología y, cómo no, la política; por supuesto, al contrario de Mickey Mouse y todos los demás, tanto el Cuy como su amigo y compañero de aventuras, Humberto, andan siempre al desnudo, acaso como una forma visual de resaltar que nada ocultan, o también como un desafío a esa norma firmemente anclada en la que todos los animales representados en una caricatura llevan una camisita o un chalequito, nunca pantalones, y jamás miembros viriles al aire. En los cómics de Juan Acevedo, el Cuy y Humberto se pasean por las calles de Lima sin preocuparse por su desnudez, demostrándole al mundo que no hay motivo alguno para avergonzarse por estar calatos, palabra, por cierto, absolutamente peruana. 


Por algún motivo, este roedor andino se ha convertido de hecho en uno de los mayores símbolos de la peruanidad, y luego de haber vivido 2 años en Wisconsin y 1 año en California, me sigo sorprendiendo de la cantidad de gente que me pregunta si en mi país yo como cuy. Muchos estadounidenses podrán no tener claro dónde exactamente está ese país llamado Perú, o cuál es su capital, o su conexión con el pasado incaico, pero lo que sí saben, curiosamente, es que el cuy es un animalito que los peruanos comen siempre, aunque yo me afane por aclarar que, como limeño, para mí es más habitual comer un ceviche y que el cuy pertenece más al mundo andino, y por lo tanto es ajeno a mi entorno culinario. 


En 1987 salió, bajo la dirección de César Hildebrandt, el primer número del suplemento ‘No’ de la revista ‘Sí’, que afortunadamente mi padre guardó en la biblioteca de casa. Hoy, por lo tanto, tengo acceso a los primeros 30 ejemplares de dicho suplemento, en los que empezó a publicarse una nueva aventura del Cuy, ambientada 5,000 años en el pasado. Aunque hace pocos años se editó un tomo que recopilaba las aventuras del Cuy, debo decir que me parece un desacierto que esta edición eliminara los colores originales y optara por sacar todo a blanco y negro. Ojalá que algún día salga una nueva edición que incluya las páginas a color tal y como salieron hace 32 años.


Rafo León afirma que “El Cuy es uno de los emblemas de mi generación, y la de Juan, como es obvio. Resume el ideal de muchos que queríamos salirnos de los patrones preestablecidos”. Y aunque yo sea de una generación muy posterior a la de León o Acevedo, el Cuy también fue y sigue siendo un emblema para mí. Tardé 4 años en escribir sobre el Cuy, pero puedo decir con seguridad que el próximo post sobre este roedor andino no tomará tanto tiempo.