Showing posts with label Dunlang. Show all posts
Showing posts with label Dunlang. Show all posts

November 28, 2011

Conan the Barbarian # 3 - Thomas & Windsor-Smith


Ever since I was a wee lad I had a fascination towards mythology. And I think good fantasy writers are able to come up with just that: a mythology, a pantheon of gods or godlike creatures. When Tolkien talks to us about elves and the ancient races of Middle Earth, he is taking us into the world of myth and legend, into a whole new universe that although it might resemble ours is, indeed, something different and special.

Robert E. Howard had centuries if not millennia of historical events in his head. His imagination was so rich that if not for his untimely death he could have written more novels about his most famous creation: Conan the Barbarian.

In the Hyborean Age, men worship gods and goddesses, and for every civilization there is a different pantheon. For the Cimmerians, there is Cromm, a deity that does not concede favors, that never interferes in the fates of men, and that, ultimately, is a synthesis of barbaric ideals: strength, bravery and independence.

Other people have gods that demand human sacrifices or absolute devotion, others have gods that take form and visit Earth, others have unfathomable divinities, others worship monstrous beasts or uncanny abominations which by all means should have never existed.

At the beginning of “Twilight of the Grim Grey God” (originally published in February 1971), Conan sets his gaze upon a tall, gray-haired man. The barbarian’s youthful arrogance prevents him from identifying this figure: a true god which in his fury grows as big as a mountain, right after summoning the Choosers of the Slain, a herd of spectral female figures that are a reinterpretation of Odin’s Valkyries. The task of these ethereal women is to gather the souls of men perished in battle; in Nordic mythology they would choose only those worthy of entering into Valhalla, as a reward for bravery. Here, the Choosers of the Slain undertake a similar task: “As in a nightmare, Conan beholds the twelve winged horses and their riders -- women in flowing silver garments, their golden hair streaming behind them -- their cold eyes fixed on some awesome goal beyond his ken”.

Conan soon runs into Dunlang, a Brythunnian noble man that finds in the young barbarian –despite his unsophisticated manners- a true ally. Indeed, Hyperborea and Brythunnia are on the verge of a boarder war, and since Conan had been captured and chained by the Hyperboreans a few days ago, he decides to join Dunlang’s army.

Conan had already had his baptism of fire in Venarium, but this is his first experience in a large scale war. And because now he’s not among barbarians he will soon discover that civilized man can plot against their very own brethren. At the same time, Conan does not understand the shameful attitude of King Brian, the monarch of Brythunnia, who stays in his royal tent instead of personally leading his army against King Tomar and his Hyperborean soldiers.

There are many intrigues in this third issue of Conan the Barbarian, as a mysterious woman tries to seize power after persuading key figures in both armies to follow her indications. None of this matters to the gods, because at the end of the day, the Choosers of the Slain will have thousands of souls at their disposal.

As I’ve commented before, a violent death usually awaits Conan’s friends (Olav is massacred in the first issue, and Kiord perishes in battle in the next issue). This occasion is no different, as Dunlang lowers his guard, convinced of his victory, and succumbs under Hyperborean steel.

Roy Thomas proves that he can handle many characters and develop multiple plotlines without detriment to the main plotline. On the other hand, Barry Windsor-Smith’s draws very attractive women: he knows how to exploit eroticism without incurring in the typical conventions. At the same time, he renders movement in the most graceful and naturalistic way; let’s just look at the Choosers of the Slain as they appear in the sky for the first time (the horses and the female bodies are ensnared in a beautifully choreographed dance); the images of the Brythunnian camp and the actual combat are also a fine example of Barry’s talent, always in constant evolution.  
____________________________________________________________________________________

Desde que era un niño pequeño la mitología me fascinaba. Y creo que los buenos escritores de fantasía son capaces de crear precisamente eso: una mitología, un panteón de dioses o criaturas divinas. Cuando Tolkien nos habla sobre elfos y razas antiguas de la Tierra Media, nos lleva a un mundo de mito y leyenda, a un universo que aunque se asemeja al nuestro es, de hecho, diferente y especial.

Robert E. Howard tenía siglos y quizá milenios de eventos históricos en su cabeza. Su imaginación era tan rica que si no hubiese sido por su prematura muerte, podría haber escrito más novelas sobre su más famosa creación: Conan el bárbaro.

En la edad hibórea, los hombres creen en dioses y en diosas, y a cada civilización le corresponde un panteón diferente. Los cimerios tienen a Cromm, una deidad que no concede favores, que nunca interfiere en el destino de los hombres y que, en definitiva, es una síntesis de los ideales barbáricos: fuerza, valentía e independencia.

Otros pueblos tienen dioses que demandan sacrificios humanos o devoción absoluta, otros tienen dioses que toman forma humana y visitan nuestro planeta, otros tienen divinidades insondables, otros idolatran a bestias monstruosas o a extrañas abominaciones que nunca debieron haber existido.

Al inicio de "El crepúsculo del amargo dios gris" (originalmente publicado en febrero de 1971), Conan avizora a un hombre alto y canoso. La arrogancia juvenil del bárbaro le impide identificar esta figura: se trata de un verdadero dios, que lleno de furia crece hasta sobrepasar las montañas, no sin antes convocar a las Cosechadoras de los Masacrados, una horda espectral de figuras femeninas que son una reinterpretación de las valquirias de Odín. La tarea de estas mujeres etéreas es reunir las almas de los hombres que han perecido en batalla; en la mitología nórdica elegirían sólo a aquellos que merecen entrar al Valhala, como recompensa por su valentía. Aquí, las cosechadoras de los masacrados tienen una misión similar: "Como en una pesadilla, Conan contempla doce caballos alados y a sus jinetes -- mujeres en flotantes atuendos argentados, con cabelleras de oro recogidas en la nuca -- sus ojos fríos se dirigen hacia alguna asombrosa meta más allá de los límites".

Luego, Conan se encuentra con Dunlang, un noble britunio que encuentra en el joven bárbaro -a pesar de su falta de sofisticación- a un verdadero aliado. De hecho, Hiperbórea y Britunia están al borde de una guerra fronteriza, y como Conan había sido capturado y encadenado por los hiporbóreos días atrás, decide unirse al ejército de Dunlang.

Conan ya había tenido su bautismo de fuego en Venarium, pero esta es su primera experiencia en una guerra a gran escala. Y lejos de los bárbaros, descubrirá las maquinaciones e intrigas del hombre civilizado. Al mismo tiempo, Conan no comprende la actitud vergonzosa del rey Brian, el monarca de Britunia, quien se queda en su tienda real en vez de liderar personalmente a su armada en contra del rey Tomar y sus soldados hiperbóreos.
my drawings / mis dibujos

Hay muchas intrigas en este tercer ejemplar de Conan el bárbaro; de hecho, una misteriosa mujer intenta destronar a uno de los monarcas, persuadiendo o sobornando a figuras claves en ambos ejércitos. Nada de esto le interesa a los dioses, porque al final del día, las cosechadoras de los masacrados tendrán miles de almas a su disposición.

Como he comentado previamente, a los amigos de Conan usualmente les espera una muerte violenta (Olav es asesinado en el primer número, y Kiord cae en batalla en el siguiente). Esta ocasión no es distinta, y cuando Dunlang baja la guardia, convencido de la victoria, sucumbe bajo el acero hiperbóreo.

Roy Thomas demuestra que puede manejar a muchos personajes y desarrollar múltiples líneas argumentales. Por otro lado, Barry Windsor-Smith dibuja mujeres muy atractivas: sabe cómo explotar el erotismo sin incurrir en las convenciones típicas: crea movimiento con gracia, de manera naturalista. Basta con mirar a las cosechadoras de los masacrados cuando aparecen en el cielo por primera vez (los caballos y los cuerpos femeninos están engarzados en una danza bellamente coreografiada); las imágenes del campamento britunio y del combate son buenos ejemplos del talento de Barry, siempre en constante evolución.