I wonder if Alan Moore, growing up in the 60s, ever saw these American series. If so, Moore would have felt strangely close to these families of lycanthropes and Dracula heirs. Although charismatic and vivacious, the Munsters and the Addams clans were nonetheless stuck in a society which seemed to value adulthood’s solemnity above all else.
In a way, The Bojeffries Saga feels like watching the beloved protagonists of “The Munsters” and “The Addams Family”, innocent and wholesome as children, stepping into adulthood and tripping painfully and tragicomically into a miserable reality. Because this isn’t the American golden age, this is England in the 80s, and also the ugliest side of it, the one you rarely read about, the one you would definitely ignore as a tourist.
So we see Reth Bojeffries engaging into the rites of passage that are common for a boy his age, although rather uncommon for anyone outside his peculiar family, id est, the nocturne activity of fishing bats with his father, Jobremus Bojeffries. “The night wore on, and a fine drizzle of ironies in the small hours led to a bout of serious events just before morning. All the next day there were scattered circumstances, and that’s how it was in England”. Perhaps, The Bojeffries Saga is the most essentially British work Moore has ever written. It’s so deeply rooted in the United Kingdom that, in fact, it takes place in Northampton, Moore’s hometown.
Living in an impoverished area of Northampton, the Bojeffries have never seen a mansion like the one owned by the wealthy Addams family, not even a decent middle class house like the Munsters residence. They live in a council house, and they haven’t been able to pay rent since the time Queen Victoria sat on England’s throne. And nevertheless, they endure. They soldier on, because they must.
Grandpa Podlasp & Trevor Inchmale |
Troubles begin when Trevor Inchmale, an obstinate rent collector, discovers that the Bojeffries haven’t paid a quid in over a century. But how could they pay rent when Jobremus, head of the family, is an unemployed middle-aged man with no apparent skills, save that of bat-fishing? Or when uncle Festus Zlüdotny is a vampire from eastern Europe, condemned to a life of seclusion due to his inability to speak English and also, mainly, due to his mortal allergy to sunlight? Or when uncle Raoul Zlüdotny, barely able to control his monthly lupine curse, makes minimal wage in a local factory? Or when grandpa Podlasp is in the last stages of organic matter (and, of course, not receiving any sort of retirement pension at all)? Or when Ginda Bojeffries, Reth’s histerical sister, is more obsessed with the inferiority of mortal men than with the notion of making any money? Or when the baby is, well, more akin to a nuclear reactor than a toddler?
Throughout the first 70 pages, we can see the struggles of the Bojeffries family who, despite their apparent inhumanity, are all too real for us. Alan Moore’s black humor accompanies every ordeal, and as quotidian as it may seem, the elements of everyday life are slightly tweaked and repurposed, until they make us laugh out loud, much in the same way we would when confronted against the awful aspects of life… you know what I mean, the kind of high pitched laughter that seems only possible in moments of utter despair. Because, how could we not be moved by the survival attempts of a group of werewolves, vampires and monsters that, unbelievably as it might sound, are more relatable to us than our own neighbors? And how could we not admire uncle Raoul’s optimism, trapped as he is in a dead-end job? And how could we remain indifferent to Ginda’s sexual naiveté, made evident in the chapter “Sex With Ginda Bojeffries”, a hilarious erotic comedy in which nothing ever works accordingly to her female urges (from the whacky “foreplay” to the disappointments of “premature evacuation”)?
The final chapter is perhaps the cruelest: “After They Were Famous”, a shocking tale narrated as a documentary that follows the members of the Bojeffries family in the present. Since the original stories begun in 1983, Alan Moore decided that the end should take place almost 30 years later, in 2009. Here they are “existing side-by-side with culture as it is now, as opposed to culture as it was in the eighties and the early nineties”, explains Moore.
For over 3 decades, the artistic consistency has been preserved by penciler and inker Steve Parkhouse. With very moody settings, extraordinary cast designs and smooth sequential approaches, Parkhouse surprises us with his aesthetic integrity, “a style equal parts Robert Crumb and the Bash Street Kids' Leo Baxendale”.
“The Bojeffries Saga” was a lost masterpiece, now recovered by Top Shelf and Knockabout editors. And like every gem that has remained hidden for years, it might seem opaque at first, but once you rub it against your skin, you’ll be amazed at how much it can actually shine. And you’ll never be able to let go of it.
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Hace algunos años, me quedaba hasta tarde viendo las retransmisiones de viejas series de televisión a blanco y negro. Mis favoritas, desde luego, eran "Los Munster" y "Los locos Adams". Había algo especialmente encantador en estas familias, y a menudo pensaba que mi vida sería muy impredecible si es que hubiese sido criado entre vampiros, hombres lobo y monstruos de Frankenstein. Rodeados por aquellos que no son naturalmente humanos, tal vez podemos identificar más fácilmente aquello que nos hace humanos en primer lugar.
Reth, Ginda and Jobremus Bojeffries & Festus and Raoul Zlüdotny |
Me pregunto si Alan Moore, al crecer en los 60, alguna vez vio estas series estadounidenses. Moore se hubiese sentido extrañamente cercano a estas familias de licántropos y herederos de Drácula. Aunque carismáticos y vivaces, los clanes Munsters y Addams, no obstante, estaban atascados en una sociedad que parecía valorar la solemnidad de la adultez por encima de todo.
En cierto modo, "The Bojeffries Saga" es como mirar a los queridos protagonistas de "Los Munster" y "Los locos Adams", inocentes e íntegros como niños, dar los pasos hacia la adultez y tropezar tragicómica y dolorosamente con una realidad miserable. Porque estos no son los Estados Unidos de la edad dorada, esta es la Inglaterra de los 80s, y también el lado más feo de dicha nación, el que no figura en textos, el que definitivamente ignoraríamos como turistas.
Así vemos a Reth Bojeffries en los ritos iniciáticos que son comunes para un chico de su edad, aunque nada comunes para alguien que no pertenezca a esta peculiar familia, es decir, la actividad nocturna de pescar murciélagos con su padre, Jobremus Bojeffries. “La noche se desgastó, y una fina garúa de ironías en las horas del alba fue el preámbulo de un espasmo de eventos serios justo antes de la mañana. Todo el día siguiente hubo circunstancias regadas, y así es como era en Inglaterra”. Tal vez, "The Bojeffries Saga" es el trabajo más esencialmente británico que Moore ha escrito. Está tan profundamente enraizado en el Reino Unido que, de hecho, sucede en Northampton, el pueblo natal de Moore.
Los Bojeffries viven en un área empobrecida de Northampton, nunca han visto una mansión como la que le pertenecía a la acaudalada familia Addams, ni siquiera una casa decente de clase media como la residencia de los Munster. Ellos viven en una vivienda de ayuda social, y no han sido capaces de pagar el alquiler desde la época en la que la reina Victoria se sentaba en el trono de Inglaterra. Y no obstante, resisten. Siguen luchando, porque deben hacerlo.
Los problemas empiezan cuando Trevor Inchmale, un obstinado hombre dedicado a cobrar alquileres, descubre que los Bojeffries no han pagado ni una libra esterlina en más de un siglo. Pero ¿cómo podrían pagar el alquiler cuando Jobremus, jefe de familia, es un desempleado de edad madura y sin habilidades aparentes, salvo la pesca de murciélagos? ¿O cuando el tío Festus Zlüdotny es un vampiro de Europa del este, condenado a una vida de reclusión a causa de su inhabilidad para hablar inglés y también, principalmente, debido a su mortal alergia a la luz solar? ¿O cuando el tío Raoul Zlüdotny, apenas capaz de controlar su maldición lupina mensual, gana salario mínimo en una fábrica local? ¿O cuando el abuelo Podlasp está en las últimas etapas de la materia orgánica (y, por supuesto, no recibe ninguna pensión de jubilación)? ¿O cuando Ginda Bojeffries, la histérica hermana de Reth, está más obsesionada con la inferioridad de los mortales que con la noción de ganar dinero? ¿O cuando el bebé es, bueno, más afín a un reactor nuclear que a un infante?
Family vacations / vacaciones familiares |
Durante las primeras 70 páginas, podemos ver el combate de la familia Bojeffries quienes, a pesar de su aparente inhumanidad, son muy reales para nosotros. El humor negro de Alan Moore los acompaña en cada tribulación, por cotidiana que pueda parecer; los elementos de la vida diaria son ligeramente retorcidos y reinventados, hasta que nos hacen reír a carcajadas, tal como reiríamos cuando nos enfrentamos a los aspectos desagradables de la vida.... ya saben a qué me refiero, el tipo de risa aguda que parece ser posible solamente en momentos de absoluta desesperación. Porque ¿cómo podríamos no conmovernos por los intentos de supervivencia de un grupo de hombres lobos, vampiros y monstruos que, por increíble que suene, son más cercanos a nosotros que nuestros propios vecinos? ¿Y cómo podríamos dejar de admirar el optimismo del tío Raoul, atrapado como está en un empleo miserable? ¿Y cómo podríamos ser indiferentes a la ingenuidad sexual de Ginda, evidenciada en el capítulo “Sexo con Ginda Bojeffries”, una hilarante comedia erótica en la que nada funciona de acuerdo a las urgencias femeninas (desde las desquiciadas “caricias previas” hasta las decepciones de la “evacuación precoz”)?
El capítulo final es tal vez el más cruel: “Después de que fueron famosos”, un impactante relato narrado como un documental que sigue a los miembros de la familia Bojeffries en el presente. Como las historias originales empezaron en 1983, Alan Moore decidió que el final debería suceder casi 30 años después, en el 2009. Ellos “existen lado a lado con la cultura como es ahora, en oposición a cómo era la cultura en los 80s y a inicios de los 90s”, explica Moore.
Por más de 3 décadas, la consistencia artística ha sido preservada por los lápices y tintas de Steve Parkhouse. Con escenarios llenos de temperamento, extraordinarios diseños de elenco y eficaces enfoques secuenciales, Parkhouse nos sorprende con su integridad estética, “un estilo en partes iguales como el de Robert Crumb y el de Leo Baxendale de Bash Street Kids”.
“The Bojeffries Saga” fue una obra maestra perdida, recuperada ahora por los editores de Top Shelf y Knockabout. Y como toda joya que ha estado escondida por años, podría parecer opaca al comienzo, pero una vez que se frota bien, se asombrarán de lo mucho que puede brillar. Y ya nunca más la podrán soltar.