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May 23, 2011

Asad López de Castilla en Bruno Gallery

For too many years I was ‘the’ ineffable inedited writer. And to this day I’m still waiting to be published in my own language. Obviously, I am a much better novelist in Spanish than in English; but that doesn’t prevent me from writing as much as I can in both languages, taking advantage of the strengths and particularities of each idiom.
Writing a novel is far more difficult than you could think of. I thought it was supposed to be easy. It wasn’t. In 2002 I started writing something, believing that the aforementioned “something” was going to be a novel. It wasn’t. I found out that you need something more than the good will to do it.

So, in 2006 I felt like I was more prepared for the task. I wanted to stop being the ineffable inedited writer and start being just a writer. Ambitious? Perhaps, but then again I am not claiming to be the best writer, just a writer. This second attempt, a rather autobiographical story, simply didn’t cut it; and I even had the idea of turning this into a trilogy (I had the concepts for two more novels, but we will just have to wait and see if, some day, I can at least pull it off with the first one). Finally, this year I have decided to write a completely new novel, now I just have to find the time to do it.

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Este viernes se inauguró en Bruno Gallery “El universo… una célula”, muestra de Asad López de Castilla. Como artista, Asad está siempre en búsqueda permanente. A veces lo imagino como un científico obstinado buscando las arquitecturas más intrincadas al interior de una célula y encontrando nuevos universos cromáticos en cada molécula. Mediante una prolífica imaginación visual, Asad recurre al cosmos y al microcosmos, con una paleta de colores amaestrada por ese don que sólo el verdadero artista posee.

He visto de cerca el trabajo de Asad, y de hecho he visitado su taller un par de veces en lo que va del año. Pero mi apreciación por su pintura va mucho más allá del hecho de conocerlo. En realidad, ser testigo del proceso de creación me permite hacer comentarios más acertados sobre su obra. Asad logra una increíble riqueza en sus cuadros no solamente por el cuidado casi obsesivo del detalle (se trata de alguien detallista, que cuida hasta la más mínima línea incluso en el diseño de las tarjetas de invitación para la inauguración), sino también por esa vitalidad que transmite, quizá reflejo de esa técnica tan suya de hacer cinco o diez cuadros a la vez, calculando las dosis exactas de pintura para cada matiz y recordando qué aplicar en cada cuadro.

Así que el viernes fue el gran día de Asad y me dio mucho gusto pasar la noche con él y con Renzo Núñez Melgar, artista talentosísimo. Durante el evento elegí solamente vino blanco mientras conversaba con Renzo, Paolo (de mi colegio) y otros conocidos. Después nos fuimos al departamento de una amiga de Renzo, en Larco, y de ahí a Barranco. Aunque me hubiera gustado acompañarlos a la fiesta a la que estaban yendo, el cansancio terminó por vencerme. En todo caso, estoy seguro que la inauguración de la muestra de Renzo (en la Galería Enlace) el próximo mes también será inolvidable.

Otro momento extraordinario fue el sábado en la noche en casa de mi amigo Brian Power. Escucharlo tocar el piano es siempre una maravilla, y además me encontré con María Claudia, a quien no veía desde la fiesta de año nuevo en Asia, en la que nos encontramos de pura suerte, hace un par de años; otra sorpresa fue encontrarme con Alberto Schroth, por esas coincidencias curiosas, resulta que la casa de nuestro jefe de Viceversa Consulting estaba cerquísima de la casa de Power, y Alberto no perdió la oportunidad para hacer bromas con el nombre de la calle “Alameda del Arco Iris”.

En fin, ahora van más imágenes de la muestra “El tesoro de la juventud” en homenaje a Oswaldo Reynoso, actualmente en exhibición en el Centro Cultural de España. La primera, a colores, es de Cristian Bendayán; la segunda corresponde a Asad (para ver más cuadros de Asad pueden revisar los posts del 14 de mayo y del 17 de febrero); la tercera es una maravillosa ilustración en blanco y negro de Sheila Alvarado; y la última es uno de los tantos dibujos que hago en los cuadernos cuando estoy aburrido en clases (por cierto, estoy rescatando dibujos de todas las páginas de mi cuaderno del año pasado que iré colocando aquí de ahora en adelante).