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July 5, 2016

Pensemos bien con Liniers - MAC

Gracias al invalorable apoyo del MAC y del BBVA Banco Continental, actualmente podemos disfrutar de la magnífica muestra “Pensemos bien con Liniers”. Se trata de una cuidada selección de dibujos, ilustraciones, pinturas e incluso hasta esculturas del gran historietista argentino. 

Saludé a Liniers hace 5 años, cuando la editorial Polifonía publicó “Lo que hay antes de que haya algo”; de hecho, él me firmó un ejemplar del volumen en tapa dura y también incluyó una pequeña caricatura del gato Fellini, ubicuo personaje de las tiras cómics.

En esta ocasión, sin embargo, Liniers estuvo presente solamente durante el día y se fue antes del cóctel de inauguración. De todos modos, fue una noche espectacular, con una amplia variedad de bocaditos gourmet y una fina selección de licores. Me encontré con viejos amigos como Didi Arteta, Gabriela Ibáñez y hasta mi ex jefe de la revista COSAS. 

Luego, con más calma, volví a visitar el museo barranquino. Era necesario ver una vez más los maravillosos originales de Liniers. Para un amante del noveno arte como yo, es realmente un lujo poder tener acceso a las páginas originales y poder observar el trazo del autor, su prolija aplicación de acuarelas y los apuntes a lápiz realizados en los márgenes de las hojas. La muestra también incluye pinturas en gran formato y otras obras, pero sin duda el verdadero tesoro son las historietas.
my drawing (color version) / mi dibujo (versión a color)
La muestra sigue abierta al público en el MAC, y para aquellos que viven en Barranco, la entrada es gratuita los días domingos. Vale la pena darse una vuelta por ahí.

October 7, 2011

Liniers en Lima


my inks / mis tintas

Argentina tiene una envidiable tradición de humoristas gráficos, desde Quino con su entrañable Mafalda hasta Fontanarrosa con su siempre ácido Inodoro Pereyra. Y por fortuna, nuevas generaciones han seguido esforzándose para arrancarnos una sonrisa o una buena carcajada, no con el chiste facilón sino mediante el humor inteligente. Allí están Maytena y sus mujeres alteradas y, desde luego, Ricardo Siri, o sea, el gran Liniers.

A mí Liniers me lo presentó mi amigo Rafael Velásquez, una de esas tardes en las que fui a visitarlo a su casa con Nanya Eslava, hace dos años. Aquella tarde me pasé un buen rato leyendo Macanudo y otras tiras, y la verdad ya he olvidado por completo cuál era el motivo de nuestra visita o de qué otras cosas hablamos, pero lo que me quedó fue ese trazo deliciosamente dúctil, casi pacífico pero que siempre encierra un torbellino imaginativo. Y recuerdo haberme reído cantidad de veces allí, en casa de Rafael, gracias a él y a Liniers, desde luego.

Me parece estupendo que Perú21 empiece a sacar las tiras de Liniers, pero me parece todavía mejor que mi amiga Gabriela Ibáñez haya conseguido lo que se propuso hace tanto tiempo: editar a Liniers. Así, en efecto, la primera edición 100% peruana del autor argentino llega a nosotros a través de Polifonía, la editorial de Gabriela. La presentación de “Lo que hay antes de que haya algo” se realizó el día de ayer en la Galería Índigo, de San Isidro.

Cuaderno viejo (c. 2004)

Erróneamente había creído que Liniers era uno de esos historietistas injustamente desconocidos en nuestro medio, pero al llegar a la avenida El Bosque comprobé que no era así. Casi dos cuadras de gente se amontonaba con la intención de entrar a una residencia sanisidrina que, aunque espaciosa, no podría jamás albergar a esos centenares de fans. Por supuesto, habían cerrado la puerta y un par de porteros, de esos que tienen cara de pocos amigos, impedían el ingreso de los entusiastas de Liniers.

Tuve que llamar a Gabriela y ella tuvo que salir hasta la puerta para señalarme con el dedo, y para poder así pasar entre un mar de gente que se amontonaba frente a la entrada. Fue casi como la escena de alguna película, en donde el protagonista entra a una exclusiva discoteca a pesar de las pifias de disgusto de los que se quedaron atrás.

Ya con el libro en mis manos, esperé unos cinco o diez minutos hasta llegar a la mesa donde estaba sentado Liniers, que es una de esas personas que te caen bien desde el primer momento, y me firmó mi ejemplar de “Lo que hay antes de que haya algo”, acompañándolo con un simpático dibujito.

El libro de Liniers es de una gran ternura, y rescata una de las cualidades que más a menudo descartamos como adultos cínicos que somos. ¿Qué es la inocencia? Según Constantino Carvallo Rey, fundador de mi colegio, es “el estado anterior a la duplicación del yo, ese momento de la vida en el que la acción se corresponde con la intención” […] “Cuando no vacilamos en mostrar lo que somos, lo que sentimos y pensamos. Cuando la verdad de nuestro ser habla en la conducta. Después aprendemos a guardarnos, a fingir, a parecer lo que no somos. La inocencia no se opone a la sexualidad ni al deseo. Su contrario es la mentira. Lo que preocupa no es la acción incontrolada, los errores que se cometen tempranamente. No, el pecado es la falsedad. Ese aprendizaje en la doblez, decir lo que no se piensa, mentir en la acción y hacerlo tanto y tan seguido que ya no se sabe quién es uno en realidad. La pérdida de la inocencia es la caída en la nada interior, el vivir enmascarado, torcida el alma, negando con la palabra y la conducta la humilde verdad que habita en el corazón”.

La definición de Constantino la entendí mejor en mis primeros años de universidad, cuando era de todo menos inocente (y de ahí mi depresión y mi necesidad apremiante de terapia psicoanalítica). ¿Cómo olvidarme de mi clase de filosofía en Estudios Generales Letras? La perspectiva de actividades grupales me tenía traumado (a veces, creo, sólo por eso terminé estudiando literatura, porque era la única carrera en la estaría a salvo de trabajos en grupo).

Y el primer día de filosofía, al otro extremo del salón, uno de esos alumnos a los que siempre veía caminando por ahí, me miró como si me reconociera; cruzó el salón de extremo a extremo y nos sentamos juntos. Observábamos de reojo las caras que nos rodeaban. La mayoría era caras nuevas, alumnos de segundo ciclo quizá. Entiendo por qué él y yo nos sentimos tan desubicados, ambos estábamos haciendo un quinto ciclo que nos convertía, en aquel semestre del 2004, muy probablemente, en los más viejos del curso. Finalmente, se abrió impuntualmente la puerta y entró mi amigo Bruno Conte Pujalt. Ahora éramos tres, el grupo estaba completo.

Desde esa vez, nos sentamos juntos todas las semanas. Llegué a discutir esa situación con mi psicoanalista: la ansiedad terrible de tener que lidiar con otras personas desaparecía gracias a ellos. El desconocido de la primera clase era Rodrigo Gozalo Böhl; y ahora, con el libro de Liniers bajo el brazo y una copa de champagne en la mano, me encuentro con Rodrigo. Qué casualidad, no tenía ni idea de que él, al igual que yo o Rafael, también fuese un admirador de Liniers. Una cosa te va llevando a la otra, así como Nanya me llevó a la casa de Rafael ese día, y Rafael me llevó a Liniers, y Gabriela al evento en donde estaban Liniers y Rodrigo, también, después de un par de años, ese mismo Rodrigo que me hacía sentir mejor que las pastillas de Sertralina que con tanto cariño me recetaba mi psicoanalista de aquel entonces. Qué cosas, ¿no? Casi, casi como para hacer una tira no sé si cómica o tragicómica del gran Liniers.

                                                                                             Arcadio B.