Stephen Bissette & John Totleben |
Everything begins in a peaceful afternoon. Abby is sleeping next to Swamp Thing, the trees are blossoming, the flowers are colorful and the only odd intruders are the newspaper pages that have been thrown away: “He watches the sheets of newsprint flap like huge moths, crippled by their own weight, hopping clumsily amongst the black trees. Their pages are full of obsolete tragedies and discarded faces; all the carefully logged hysteria of a world he no longer belongs to”.
And then, a couple of miles away, an old man nicknamed Nukeface runs into a young runaway. Nukeface is clearly a homeless drunk, and he immediately starts drinking a strange glowing fluid while he talks about Pennsylvania and the way a certain company disposed of their nuclear wastes. Contamination is part of our life, but sometimes we forget how serious the consequences are, especially when corporative responsibility is a scarce virtue. There have been films –like Steven Soderbergh’s Erin Brokovich– that show the tremendous cruelty of certain companies that deliberately poisoned people with radioactivity and/or chemical substances. These companies were never held accountable for their acts, until the people started suing them for millions of dollars, in some cases –in the Erin Brokovich story– the people won, in other cases, they didn’t. Those are real life situations, but what Alan Moore does here is disguise the horror of corporative greed in an allegorical tale of death and putrefaction.
When Nukeface gives the young runaway a taste of his beverage, we understand what he has been drinking all along: nuclear wastes. Quickly, the young man starts decomposing until he dies. And Nukeface keeps searching for nuclear wastes. He knows the company is no longer disposing of them in Pennsylvania due to lawsuits, they’re now burying all of it into the swamps of Louisiana. When Swamp Thing runs into Nukeface, he’s contaminated by his radioactive body. If the Swamp Thing is a creature of nature, there can be nothing more lethal to him than contamination. And slowly but surely, he starts rotting.
Nukeface / Cara-Nuclear |
Stephen Bissette and John Totleben surprise us again with some of the most haunting images ever. Let’s take a look at the horror of human misery and the corporal decay of Nukeface, which is made evident in the putrid face of this alcoholic / addict to nuclear wastes. I saw this drawing for the first time over 14 years ago and I was marveled by the details and the overall design. This is a comic book page that I could never forget. Seeing the Swamp Thing melting in a pool of radioactive fluids is also a powerful moment. The body language and the physical attributes of the eight characters that narrate this story are carefully depicted by the creative team, Billy Hatcher is a good example of that. Finally, “Growth Patterns” counts with Rick Veitch as penciler and thanks to him we see a young John Constantine and his lover Emma who is drawing an invunche, a homicidal demon that eventually will find his way into this world, as we can see in the next page. The idea of a humanoid with a hand sewn inside his own body and his head turned in an impossible way that defies death is quite a shocking figure. Of course, Bissette and Totleben are also in charge of the covers, and their amazing visual concepts and detailed work are a privilege and a joy to behold.
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Swamp Thing decomposing / Swamp Thing descomponiéndose |
¿La vida de tus hijos tiene un precio? ¿Todo en este mundo puede ser comprado o vendido? Estas interrogantes son comunes en la sociedad actual, e imagino que Alan Moore debe haber meditado sobre ello antes de sentarse a escribir "Los periódicos de Cara-Nuclear", publicados en "Saga of the Swamp Thing" # 35 y 36 en abril y mayo de 1985.
Todo empieza en una pacífica tarde. Abby duerme al lado de Swamp Thing, los árboles están reverdeciendo, las flores brotan y los únicos raros intrusos son los papeles periódicos que han sido arrojados por ahí: "Él observa las hojas impresas que aletean como gigantescas polillas, agobiadas por su propio peso, chocando torpemente contra los negros árboles. Sus páginas están llenas de tragedias obsoletas y rostros descartados; toda la histeria cuidadosamente registrada de un mundo al que él ya no pertenece".
Billy Hatcher |
Y luego, a un par de millas, un viejo apodado Cara-Nuclear se cruza con un joven fugitivo. Cara-Nuclear es un vagabundo borracho, y de inmediato empieza a tomar un extraño líquido brillante mientras habla sobre Pennsylvania y la forma en que una empresa desechaba sus residuos nucleares. La contaminación es parte de nuestra vida, pero a veces olvidamos qué tan serias pueden ser las conse-cuencias, en especial cuando la responsabilidad corporativa es una virtud escaza. Hay películas -como "Erin Brokovich" de Steven Soderbergh- que muestran la tremenda crueldad de ciertas compañías que envenenan a personas, a conciencia, con radioactividad o sustancias químicas. Estas compañías no asumen responsabilidad alguna por sus actos, hasta que la gente empieza a demandarlas por millones de dólares, en algunos casos -en la historia de "Erin Brokovich"- la gente gana, en otros, no. Estas situaciones son de la vida real, pero lo que Alan Moore hace aquí es disfrazar el horror de la codicia corporativa en una historia alegórica de muerte y putrefacción.
John Constantine |
Cuando Cara-Nuclear le da al joven vagabundo un sorbo de su bebida, entendemos qué es lo que ha estado tomando desde el inicio: residuos nucleares. Rápidamente, el joven empieza a descomponerse hasta que muere. Y Cara-Nuclear sigue en su búsqueda de desechos radioactivos. Él sabe que la compañía ya no los deja en Pennsylvania a causa de las demandas, y ahora los entierran en los pantanos de Louisiana. Cuando Swamp Thing encuentra a Cara-Nuclear, es contaminado por su cuerpo radioactivo. Si Swamp Thing es una criatura de la naturaleza, nada es más letal para él que la contaminación. Y lentamente, empieza a podrirse.
La conclusión de la historia es contada desde la perspectiva de ocho personajes diferentes. Todos comparten lo que saben, como lectores podemos armar las piezas del rompe-cabezas después de ver todo lo que experi-mentan estos hombres y mujeres. Este es un extraor-dinario recurso narrativo que sólo un puñado de escritores sabría cómo usar de modo adecuado. Alan Moore nos muestra por qué él es uno de los mejores y más influyentes autores de las últimas décadas al conectar todos los puntos y añadir así un nivel de complejidad sin precedentes. Hay momentos de verdadero terror en estas páginas, y al final Cara-Nuclear sigue libre. Nada puede detenerlo, ni la gente que murió en su presencia, ni la fauna que se pudrió. Pero tal vez lo más terrible es que Cara-Nuclear no es el monstruo real. Él es el producto de aquellos que buscan sólo ganancias, sin preocuparse por la vida. El monstruo real es la compañía, pero esta vez no hay demandas ni finales felices... sólo una última página que reúne docenas de recortes de periódico (seleccionador por Moore) que son testimonios de personas que desarrollaron algún tipo de cáncer como resultado de la exposición química o radioactiva; ellos fueron víctimas, después de todo, de la indiferencia y la frialdad de las compañías que botaron su basura sin preocuparse de las consecuencias.
Invunche |
Después de una historia tan intensa, uno pensaría que Alan Moore se tomaría las cosas con calma. Pero eso no es así. Por el contrario, "Patrones de crecimiento" es el preludio de la saga más épica de Swamp Thing: American Gothic. Y este ejemplar también marca la primera aparición histórica de John Constantine, un sujeto británico, un fumador crónico, un investigador de las artes místicas y un frío bastardo capaz de engañar a cualquier hechicero o demonio sobre la Tierra. Pocos años después, John Constantine sería el protagonista de Hellblazer, un título de Vertigo que duró por más de 25 años. Estos son sus -nada humildes- orígenes.
Stephen Bissette y John Totleben nos sorprenden de nuevo con imágenes alucinantes. Veamos el horror de la miseria humana y la descomposición corporal de Cara-Nuclear, que se hace evidente en el pútrido rostro de este alcohólico / adicto a los residuos nucleares. Vi este dibujo por primera vez hace más de 14 años y quedé maravillado por los detalles y el diseño en general. Este es un cómic que nunca podría olvidar. Ver a Swamp Thing derritiéndose en un charco de fluidos radioactivos es también un poderoso momento. El lenguaje corporal y los atributos físicos de los ochos personajes que narran esta historia son retratados con sumo cuidado por el equipo creativo, Billy Hatcher es un buen ejemplo de ello. Finalmente, "Patrones de crecimiento" cuenta con los lápices de Rick Veitch y gracias a él vemos a un joven John Constantine y a su amante Emma quien dibuja un invunche, un demonio homicida que eventualmente se abrirá paso en nuestro mundo, tal como vemos en la página siguiente. La idea de un humanoide con una mano cosida dentro de su propio cuerpo y su cabeza volteada de una manera que desafía la muerte causan una fuerte impresión. Desde luego, Bissette y Totleben también están a cargo de las portadas, y sus asombrosos conceptos visuales y detallado trabajo son un privilegio y un disfrute para quien los contempla.