“La máquina” deja constancia de un interesantísimo proceso creativo, que empezó con la idea de “la máquina de cosas bonitas” para convertirse luego en la “máquina de redención”; conforme Tomás iba preparando el cuadro principal de la muestra, sus ideas fueron depurándose sin perder de vista la meta final: un tratado sobre la belleza, que sintetiza con maestría la influencia de grandes maestros europeos (Joaquín Sorolla, por ejemplo) y la propia visión del artista.
A diferencia de las muestras sin forma ni fondo que pululan tan a menudo en nuestra capital, la de Tomás tiene una sólida coherencia temática y un objetivo claro. Además del cuadro principal, de gran formato, también se ha tenido el acierto de incluir los estudios previos. A mí, particularmente, siempre me ha fascinado observar los estudios, ya sean simples pliegues de ropa en grabados de Durero o rostros aislados en frescos de Da Vinci. Sin duda, en “La máquina”, el todo es mayor que la suma de las partes, pero cada parte juega un rol clave y proporciona al espectador un inigualable placer estético.
Desde luego, lo primero que hice al llegar a la acogedora casona barranquina fue saludar y felicitar a Tomás Prochazka por tan extraordinaria muestra, y por fortuna, junto con mis amigos Iván Fernández-Dávila, Elizabeth López Avilés y Eduardo Deza (todos artistas), pudimos conversar con él y averiguar el génesis de “La máquina”. Uno de los detalles más curiosos es que Tomás, en vez de usar una modelo, creó ex nihilo un rostro capaz de transmitirnos su ideal de belleza, una cara tan llena de vida y calidez que pareciera pertenecer a un humano de carne y hueso (por cierto, como nos confesó, la base de dicho rostro es una escultura de arcilla que se encuentra a buen resguardo en su taller).
Llegué a la muestra sin saber qué encontraría, pero quedé fascinado desde el primer instante. Como ya he mencionado antes, cuando vi la obra de Tomás por primera vez, en Corriente Alterna, supe que nos seguiría deslumbrando con su gran dominio del pincel, su composición exquisita y su empleo sobrio y a la vez sumamente expresivo del color.
Los dibujos que suelo hacer para mis amigos en la contraportada de mis cómics (a modo de agradecimiento por su constante apoyo) |