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December 4, 2011

Conan the Barbarian # 8 - Thomas & Windsor-Smith

“The Keepers of the Crypt”, published in August 1971, is an extraordinary standalone adventure. After the events of the last issue, Conan is no longer an anonymous barbarian, now he’s wanted. And thus, the soldiers of Corinthia are hot on his trail.

The captain of the Corinthian troops is Burgun, the Gunderman, a mercenary that had fought in Venarium two winters ago. Outnumbered, Conan exterminates the entire legion with a clever ambush. The only survivor is the captain, Burgun, who immediately recognizes the barbarian youth. They had fought against each other in Venarium, and now random luck has reunited them.

The barbarian, of course, does not believe in such things as predestined encounters. And so he strikes the Burgun and leaves him behind. Many days later, Conan wanders amidst Lanjau, a city in ruins, looking for water he finds a colossal lizard, and he has no option but to kill it. As Conan walks toward the city’s temple, he runs into Burgun, who is no longer a Corinthian officer but a deserter. Together, they decide to break into the temple and plunder it.

Unbeknownst to these men, the treasure of the temple is guarded by mummified guardians, awaken by the noise of the living. As these are dead creatures, the Cimmerian and the man from Gunderland find it extremely hard to vanquish them. And so they flee, only to discover that these unnatural beings cannot survive under the sunlight, and as they vanish into thin air, so does the city, as it had never existed in the first place.

Even the precious gems stolen by the barbarian turn into dust. And so, without a single coin, he ends up in a tavern owned by none other than Jenna, the attractive blonde girl that had stolen Conan’s gold back in Shadizar; together, they must run away: “Unshod hooves throb a devil’s drumbeat on the hard dirt road--- the hand upon the rein is untried, yet strong and firm--- and who can say if he who sits the saddle is now fleeing from nameless terrors that pursue--- or racing headlong toward a distant tomorrow--- a place and time of peace for a wandered born”.

In less than a year, Barry Windsor-Smith has evolved tremendously as an artist. The first page has a special peacefulness and also an adequate balance of chiaroscuros and depths; the next page is all about movement, from the graceful reaction of the young barbarian to the explosive action sequence of the battle; and also let’s mention Conan’s half face, a composition option used by contemporary artists such as John Cassaday (and a trick I’ve tried to use in my own drawings once or twice). The page depicting the abandoned city is like a silent and yet tense foreshadowing of what is to come. The two pages with the lizard are an extraordinary exercise of panel arrangement: tall and narrow frames give this sequence a special edge. The design of the temple and the keepers of the crypt are also powerful and beautiful images, just like the last page in which we can sense the velocity of the horse.  

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"Los guardianes de la cripta", de agosto de 1971, es una extraordinaria aventura auto-conclusiva. Después de los eventos del último capítulo, Conan ya no es un bárbaro anónimo, ahora es un fugitivo buscado. Y los soldados de Corintia están a punto de capturarlo.

El capitán de las tropas corintias es Burgun, el hombre de Gunderland, un mercenario que había combatido en Venarium hace dos inviernos. En desventaja numérica, Conan tiende una emboscada a la legión y extermina a todos menos al capitán. Burgun, inmediatamente, reconoce al joven bárbaro. Ambos habían luchado entre sí en Venarium, y ahora el azar los ha reunido.

El bárbaro, por supuesto, no cree en encuentros predestinados. Y ataca a Burgun. Muchos días después, Conan deambula por Lanjau, una ciudad en ruinas; mientras busca agua, encuentra a un lagarto colosal, y debe darle muerte. Mientras se dirige al templo de la ciudad, coincide otra vez con Burgun, que ya no es un oficial corintio sino un desertor. Juntos, deciden saquear el templo.

Lo que ellos ignoran, no obstante, es que el templo está resguardado por momias que despiertan a causa del ruido de los vivos. El cimerio y el hombre de Gunderland descubren que es extremadamente difícil derrotar a estas criaturas muertas. Y escapan, sólo para descubrir que estos seres del inframundo no pueden sobrevivir bajo la luz del sol, y mientras se deshacen, la ciudad empieza a desmoronarse, como si nunca hubiese existido.

Incluso las preciosas gemas robadas por el bárbaro se convierten en polvo. Y de este modo, sin una sola moneda, termina en una taberna propiedad de Jenna, la atractiva rubia que le había robado todo el oro en Shadizar; juntos, deciden huir: "Cascos apenas herrados pulsan al ritmo de un tambor diabólico sobre el duro camino de tierra--- la mano que domina las riendas es inexperta y, sin embargo, fuerte y firme--- y quién puede decir si es que el que se sienta en la montura está ahora escapando de algún acechante horror innombrable--- o acelerando hacia adelante, hacia un mañana distante--- hacia un lugar y un tiempo de paz para un viajero perpetuo".

En menos de un año, Barry Windsor-Smith ha evolucionado tremendamente como artista. La primera página es pacífica, y tiene un adecuado balance de claroscuros y profundidades; la siguiente página es puro movimiento, desde la grácil reacción del joven bárbaro hasta las explosivas secuencias de acción de la batalla; mencionemos también la cara de Conan a la mitad, una opción de composición usada por artistas contemporáneos como John Cassaday (y un truco que yo mismo he intentado hacer una o dos veces). La página de la ciudad abandonada es silenciosa pero también tensa, como un preámbulo de lo que vendrá. Las dos páginas con el lagarto son un extraordinario ejercicio de acomodamiento de paneles: viñetas altas y angostas le dan a esta secuencia un filo especial. El diseño del templo y los guardianes de la cripta son también poderosas y bellas imágenes, al igual que la última página, en donde podemos presentir la velocidad del caballo.