August 31, 2013

Disco rayado - John Chauca Laurente (Galería Yvonne Sanguineti)

Kaboom (2010)
Directed by Gregg Araki 

Gregg Araki's films share a special signature. As a filmmaker, his interest towards certain themes are aptly exploited in different and peculiar ways. In "Mysterious Skin" we witness the alien abduction fantasy embraced by one of the protagonists, in "Nowhere" an alien invasion serves both as a metaphor and as in incursion into the real. In Kaboom, Araki plays again with that which surpasses normal humanity, redefining it in the process.

We find ourselves immersed in a story about college, young men and women, mysterious murders, secret societies and conspiracy theories that, somehow, mingle together with a surreal sensitivity. The first scene takes us to Smith's mind, an 18-year-old student… or, more exactly, to a dream he has been having frequently. After that he starts masturbating while fantasizing with his roommate Thor, a blonde surfer with perfect abs. Smith, however, doesn't want to be labeled… he considers himself neither gay nor bisexual. He has indeed sexual encounters with boys and girls, but his best friend Stella is convinced that he leans more towards guys. Stella is a lesbian that finds conflict in a risky relationship with a girl that has, to put it mildly, supernatural abilities.

At the same time, Smith finds out that a girl from college, one that appears in his dreams, has been murdered by men in black disguised with animal masks. Except he cannot be sure if he's imagining things because of the hallucinogen drugs he takes or simply because he's becoming paranoid and losing his mind in the process. It's college and there are drugs and alcohol everywhere; here actually one of Araki's favorite actors, James Duval, interprets the typical school "stoner", who pretty much sums up Stella's assertion: "college is just an intermission between high school and the rest of your life. Four years of having sex, making stupid mistakes and experiencing stuff".

When Stella has sex with her girlfriend there is a special luminosity that announces a supernatural element… and when Smith agrees to engage in sexual intercourse with a lighthearted girl named London he also experiences a weird luminescence which he attributes to drugs. In the same way he cannot define himself as homosexual or bisexual, he is also constantly escaping out of normal consciousness, which is made clear with the dream at the beginning of the film. Psychoanalyst Jacques Lacan would correlate the privileged mode in which we capture our own selves through narcissistic investment with the type of knowledge based on the 'illusion of consciousness' in which it is implied that the entire reality could become accessible to the mind, turned inside-out, and as a result, it could be illuminated and made transparent. Kaboom deals closely with this illusion of consciousness; it explores the mindset of Smith taking him constantly to different extremes of realities.
my drawing: from pencils to inks /
mi dibujo: del lápiz a la tinta

This illusion, however, is insufficient if Smith is to find his place in the world, and he experiences its limitation when he confronts the phenomenon of the strange -with all its connotations, the stranger, the alien, the unfamiliar- here exemplified by the animal mask men that start chasing him; it doesn't matter if they are after him or if he's only imagining it, but the important thing is that he experiences fear (and thanks to the director's skills, we also experience the suspense of the persecutions); this seriously puts into question the very possibility of auto-transparency or auto-knowledge for Smith.

Perhaps this is all linked with Smith's lack of a parental figure, as Lacanian theory would tell us it is the nom de pere or name of the father that inscribes the subject into the symbolic order. Smith has a loving mother, but he has never met his father who was conveniently reported dead in a car accident just before he was born. Without the name of the father, without the castration which takes place when the father removes any possibility of the mother having the phallus, it's clear that the individual, in this case Smith, would always be out of place or at least displaced from society. In a world ruled by heterosexual normativity, Smith has no clear space or location, and in the same way sexuality means for him to wander around aimlessly, he also starts slipping into an uncomfortable fissure that brings forth elements of reality and also from his personal oneiric world.

I think no other director could have pulled this off. Kaboom succeeds in forcing us, the viewers, to reevaluate what we think, to defy established knowledge. When Smith finds out the truth behind the murders and the truth behind his father's death, he will no longer be able to see the world as he used to. But then again doesn't the same thing happen to us, as we grow up?
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John Chauca Laurente es un artista de reconocida trayectoria que ha logrado sorprender al público una y otra vez. Y esta es una difícil tarea, que muy pocos logran cumplir cabalmente. Porque además del buen arte hace falta también una buena propuesta artística, y finalmente hace falta romper un poco los moldes, ir más allá de la norma establecida, confiar en que el don de la originalidad elevará de categoría a la obra. Por suerte, John Chauca ha logrado todo esto, y la evidencia se encuentra sobre todo en sus muestras individuales en la Galería Yvonne Sanguineti (“Al fondo… ¿hay sitio?” y “Fantasías animadas de ayer y hoy”).

En esta ocasión, la sala barranquina presenta “Disco rayado”, un magnífico ejercicio creativo que se apoya por partes iguales en la ironía, en el homenaje a la cultura pop y en el redescubrimiento de los placeres analógicos que, en la actualidad, han sido reemplazados por la frialdad de lo digital. 

Los cuadros o bien presentan formas circulares o se aprovechan de la circunferencia para delimitar el tema visual central; y claro, también tenemos cuadros que son discos que se han convertido en los lienzos que utiliza el artista. Y como una codiciada colección discográfica, todas estas imágenes están ordenadas con sumo cuidado en los muros de la Galería Yvonne Sanguineti. Se trata de una colección que todos querrían tener, al menos a esa conclusión llegué mientras conversaba con mi gran amigo Andreé Ferro, quien me acompañó en esta ocasión; por supuesto, todos los que asistieron a la inauguración quedaron gratamente impresionados: Marcos Palacios, Paola Tejada, Hugo Salazar, Roberto Cores, Akira Chinen, etc.

Es curioso pero a veces me paso una o dos semanas enteras sin comentar ninguna de las muestras a las que he asistido. Y no es por pereza. Simplemente, lo que veo a menudo en diversas galerías limeñas me parece insustancial y de escaso o nulo valor. Esta semana, en cambio, he quedado fascinado con dos exposiciones de primer nivel: la de Hugo Salazar y la de John Chauca. 

Siempre es refrescante observar cómo John aborda el tema de la pintura, y cómo de algún modo establece un juego dialógico con el espectador, en una suerte de transfusión visual que nos sorprende y a la vez nos deja ensimismados. Ahí está el Capitán América (más cercano a la actual versión de la línea Ultimate que al héroe de la década del 30) despojado de su escudo verdadero y portando, en su lugar, una orgullosa escarapela. O a Marilyn Monroe (quizás uno de los más preciados fetiches de John) enterrada entre dos carnosos labios que prometen un apasionado beso.

Basta leer el texto de John Chauca para comprender su nostalgia por los discos de vinilo, y así hayamos vivido en el auge de la época de los tocadiscos o hayamos nacido en la era del mp3, hay algo en la propuesta de John que resuena en nuestro interior. Porque la música, como los latidos del corazón, no puede parar y porque la pasión por el arte debe seguir y seguir… y seguir… como un disco rayado.

Arcadio Bolaños

August 28, 2013

ExcluidoS al azar - Hugo Salazar (ICPNA Miraflores)

Es extraña la relación que tenemos con nosotros mismos. Vivimos disociados de nuestro verdadero ser, incluso de nuestros cuerpos. La desnudez, por ejemplo, aterra algunos, excita a otros, y escandaliza a todos por igual. Hemos extraviado el don de la reflexión, y hemos perdido sobre todo la naturalidad, la libertad de espíritu que nos permite apreciar el cuerpo sin gritos, sollozos o gemidos.
Sorteando el lugar donde anclar nuestra existencia


Sueño ulterior de un autómata
Hugo Salazar, sin embargo, ha recuperado esta condición esencial del artista. La mirada libre de tabús, eximida de prejuicios, despojada de toda traza de artificialidad. Y eso es lo que vemos en sus lienzos. Y es por eso que, aunque nos presente criaturas escamadas y monstruos de consistencia viscosa, intuimos que esa también es otra senda que hemos de desbrozar para poder reconciliarnos con aquellas manifestaciones ignotas de la belleza, desterradas desde la era tribal.

En los cuadros de Hugo anida una belleza absoluta, que destella como un sol fulgurante y nos deslumbra; y nos obliga a desmenuzar, pieza por pieza, y línea por línea, cada una de las pinturas del artista. “Sorteando el lugar donde anclar nuestra existencia” es fiel al epítome de la belleza masculina, que se conjuga hábilmente con el cuerpo ideal de la mujer, pero en esta travesía visual de casi cuatro metros hay muchas pulsiones eróticas contenidas; no obstante, cada figura se desenvuelve en su propio ámbito de sensualidad y sensibilidad. 

Otra obra espectacular es “Sueño ulterior de un autómata”. En la franja superior se exhibe un desnudo masculino a manera de estatua renacentista, pero en la franja media hay un deslinde de la escuela clásica y la imagen que brota, con fuerza y con intensidad, es el autómata, el humano de orden cibernético, y por fin, en la franja inferior vemos a Hugo, “entumecido por la vigilia”, o simplemente seducido por una desbordante explosión onírica.
Lo que se juega por un beso


“Lo que se juega por un beso” presenta una narrativa fascinante, compleja, sugerente. Desde la mano ensangrentada y el hacha homicida, en los márgenes del cuadro, hasta el caballo desollado. Pero lo más fascinante es esa tensión sexual desbocada y a la vez atada. Aunque para algunos críticos los ignudi de Michelangelo Buonarroti asumían actitudes y gestos “equívocos”, los efebos de Hugo son asertivos; la celebración de la estética del cuerpo domina sin ambages todo el panorama visual.
Hugos al azar

Otro de mis favoritos es “Hugos al azar”. El protagonista del cuadro es el propio Hugo Salazar, escindido. Pero lo suyo no es un desgarramiento interno, es una sublimación libidinal en la que el vigilante, el joven desnudo, y el artista con la ropa manchada juegan a las cartas sobre el tambor vacío del revólver. Las balas no están allí, están alrededor, están representadas en el enfrentamiento tripartito que se desarrolla en la pared de fondo.
El artista tuvo la gentileza de escribirme una dedicatoria en el catálago de la muestra

Con casi 20 cuadros, “ExcluidoS al azar” se confirma como una de las mejores muestras del año, no sólo por el absoluto dominio de la técnica y el despliegue de armonía pictórica, sino sobre todo por la temática, por la potencia de la imaginación y la templanza de espíritu que le permiten al artista retratar aquello que a la mayoría se nos desvanece al abrir los ojos: el sueño de la belleza. 


Arcadio Bolaños.

August 26, 2013

Swamp Thing # 43, 44 & 45 - Moore, Bissette, Woch & Totleben

Stephen R. Bissette & John Totleben
For decades, drugs were one of many untouched –and untouchable– taboos of American mainstream comics. But drug consumption wasn’t something strange for Alan Moore (after all, he got expelled from his school as a teenager due to an altercation involving drugs). Occasionally DC and Marvel addressed the issue of drugs, always focusing on the negative aspects of addiction and the lethal consequences of ingesting illegal substances. So I’m surprised to see how “Windfall” (published in Swamp Thing # 43, December 1985) was approved in the first place. After all, here drugs are not only the path to hell, they’re also a stairway to heaven. I guess we owe it all to the audaciousness of editor Karen Berger.

Chester, a jobless hippy who sells marijuana to his loyal customers, becomes the focal point of this amoral tale. The rest of the characters converge around him, attracted by his latest discovery: a fruit produced by the body of Swamp Thing. He shares the fruit with two men. The first man gives it to his wife, who’s dying of cancer, and through a psychedelic dream the couple rediscovers the value of life and the beauty of nature: “We spend our lives, pressing our bodies against each other, trying to break the surface tension of our skins, to unite in a single bead”. The dying woman embraces life more than ever, and through an orgasmic and cosmic experience she bonds with his husband in ways none of them could have imagined before. The second man eats the fruit and sees himself as a monster; plagued by nightmares and horrible visions, he goes mad. He dies only minutes after eating the mysterious fruit.

Chester hears what happened to his ‘customers’. The first one is happy and grateful; the second one, dead. If the fruit somehow brings to the surface who we are, our true essence, then it means that we can either have a good or a bad trip… and the consequences of the bad trip can be deadly. The last page is my favorite. Chester stares at the last piece of fruit, trying to decide if he’s a good or a bad person, trying to speculate what could happen to him if he ingested the fruit. In the end, indecision overwhelms him. He won’t eat it, but then again, would you? 

Penciler Stan Woch and inker Ron Randall take advantage of the hallucination provoked by the fruit and create highly imaginative sequences and an indisputable oneiric beauty; as usual, Tatjana Wood’s colors are superb. 

In the “Bogeymen” (January 1986), a serial killer obsessed with the eyes of his victims goes through the swamps of Louisiana. This is a man that has killed 165 people, and has memorized their eyes. He can remember the eyes of all his victims and he often rejoices in this macabre remembrance. The world is agitated. Madness is stirring inside the Bogeyman’s head, and all around the world, the sky has turned red. 

The Crisis on Infinite Earths is upon us, and the red skies are a warning of what is to come, and that’s what Batman says when he runs into John Constantine and Steve Dayton (formerly known as Mento, the hero with mental powers) in a short but very memorable sequence… seeing Batman taking a few minutes to recognize Mento is just priceless.

Stephen Bissette, Ron Randall and John Totleben magnificently illustrate “Bogeymen”: their detailed lines and intricate designs mesmerize the readers, but it’s the balance between shadows and light that surprises us the most. The final splash page is one of the most beautiful compositions we’ve seen in this title so far, and that’s saying a lot. The face of Swamp Thing is hidden in the darkness of the night, his left eye is there for us to see and his right eye is replaced by the shining midnight moon, and below all of this, the creature of the swamp walks into the woods, into the dark. What a fantastic page. I still remember when I read this story for the first time. Having Swamp Thing materializing in Abigail’s bathroom sure was a scary moment, and it works perfectly thanks to the artistic team.  
Sex: an antidote against death? / el sexo: un antídoto contra la muerte

Ever since the opening salvo of “American Gothic”, Alan Moore reimagined some of the most traditional troupes of the horror genre. Vampires were turned into subaquatic creatures in Rosewood lake; the myth of the werewolf was transformed into an allegory of machismo, the subjugation of women and the lunar phases replaced by the menstrual cycle. Now Moore plays with the classic haunted house, filling the empty figure of the ghost with social criticism. 

Bang, bang! Surely we’ve heard that onomatopoeia before, and Alan Moore plays with it. On the one hand, the bang-bang makes references to revolver shots, but also the sound of hammering. In “Ghost Dance” (February 1986) both elements are combined into one enthralling narrative. A wealthy family has built a house over six acres of their property. Such monumental construction demanded the constant work of men, and thus the sound of hammers and nails were heard for years. Until it all stopped. And once it stopped a very familiar sound reappeared. The sound of guns. Every man, woman or child –even animals– murdered by the bullet of a Cambridge gun reappear as ghosts inside the gigantic house. And when a group of friends visit the house, all the ghosts reawaken.  

This isn’t a politically correct story. Alan Moore challenges the hegemony of groups such as the National Rifle Association (we know that the people who enter the house have ties with that organization), and that’s what’s so great about it. Because the main idea here isn’t a pretty one: America was built on the corpses of Indians, much in the same way that this house was built thanks to the opulence generated by the production and commercialization of the Cambridge repeater (a cheaper version of the Winchester rifle). A hammer against a nail, a bullet against our flesh, it’s all the same. But the sound must stop. And Swamp Thing knows how to stop it. 
While Abigail reads a Clive Barker novel something strange happens in the bathroom /
Mientras Abigail lee una novela de Clive Barker algo extraño sucede en el baño

The art here is in the hands of Stan Woch and Alfredo Alcalá, and they create a dark and ominous atmosphere. They recreate the horror of death but above all the horrific fascination Americans have always felt towards weapons. At the end, John Constantine reappears and congratulates Swamp Thing, but he also highlights how close they are to the end: “I’ve got a couple of front row tickets for the end of the universe”. Now that’s something that deserves to be seen.
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Batman, Steve Dayton (Mento) & John Constantine

Durante décadas, las drogas fueron uno de los muchos tabús intocados -e intocables- de los cómics de difusión masiva de Estados Unidos. Pero el consumo de drogas no era algo ajeno para Alan Moore (después de todo, cuando era adolescente, fue expulsado de su colegio a causa de un altercado que involucraba drogas). Ocasionalmente, DC y Marvel habían mencionado el tema de las drogas, siempre enfocándose en los aspectos negativos de la adicción y en las consecuencias letales de ingerir sustancias ilegales. Así que me sorprende ver que "Fruto del cielo" (publicado en Swamp Thing # 43, diciembre de 1985) fuera aprobado en primer lugar. Después de todo, aquí las drogas no sólo son el camino al infierno, también son la escalera al cielo. Supongo que se lo debemos a la audacia de la editora Karen Berger.

Chester, un hippy desempleado que les vende marihuana a sus leales clientes, se convierte en el punto focal de este relato amoral. El resto de los personajes convergen alrededor de él, atraídos por su más reciente descubrimiento: un fruto producido por el cuerpo de la Cosa del Pantano. Él comparte el fruto con dos hombres. El primero se lo da a su esposa, que está muriendo de cáncer, y a través de un sueño psicodélico la pareja redescubre el valor de la vida y la belleza de la naturaleza: "Vivimos nuestras vidas presionando nuestros cuerpos entre sí, intentando quebrar la tensión en la superficie de nuestras pieles, para unirnos en una sola gota". La mujer moribunda abraza la vida más que nunca, y a través de una experiencia orgásmica y cósmica, se une a su marido en modos que nadie podría haber imaginado antes. El segundo hombre come el fruto y se ve a sí mismo como un monstruo; enloquece plagado por pesadillas y horribles visiones. Muere apenas unos minutos después de comer el misterioso fruto.
Extraordinary composition by Bissette & Totleben /
Extraordinaria composición de Bissette y Totleben

Chester escucha lo que les pasa a sus 'clientes'. El primero está feliz y agradecido; el segundo, muerto. Si la fruta de algún modo trae a la superficie quiénes somos, nuestra verdadera esencia, entonces eso significa que podemos tener un buen o un mal viaje... y las consecuencias del mal viaje pueden ser mortales. La última página es mi favorita. Chester se queda mirando el último pedazo del fruto, intentando decidir si es una buena o mala persona, intentando especular qué podría pasarle si es que ingiere el fruto. Al final, la indecisión lo abruma. No se lo come, pero, ¿acaso ustedes sí se lo comerían? 

Los artistas Stan Woch y Ron Randall aprovechan la alucinación provocada por el fruto y crean secuencias sumamente imaginativas y de una indiscutible belleza onírica; como siempre, los colores de Tatjana Wood están soberbios.

En “El hombre del saco” (enero 1986), un asesino en serie obsesionado con los ojos de sus víctimas atraviesa los pantanos de Louisiana. Este es un hombre que ha matado a 165 personas, y ha memorizado sus ojos. Puede recordar los ojos de todas sus víctimas y a menudo se regodea en esta remembranza macabra. El mundo está agitado. La locura se arremolina en la cabeza del hombre del saco, y a lo largo del mundo, el cielo se ha vuelto rojo.  

La Crisis en Tierras Infinitas ha llegado, y los cielos rojos son una advertencia de lo que pasará, y eso es lo que dice Batman cuando se encuentra con John Constantine y Steve Dayton (antiguamente conocido como Mento, el héroe con poderes mentales) en una corta pero muy memorable escena... Ver a Batman demorándose algunos minutos en reconocer a Mento no tiene precio.
Alan Moore reinvents the haunted house /
Alan Moore reinventa la casa embrujada

Stephen Bissette, Ron Randall y John Totleben ilustran magníficamente “El hombre del saco”: sus líneas detalladas e intrincados diseños hipnotizan al lector, pero lo que más nos sorprende es el balance entre sombras y luz. La página final es una de las más bellas composiciones que hemos visto en la colección, y eso ya es decir bastante. El rostro de la Cosa del Pantano se oculta en la negrura de la noche, el ojo izquierdo está a la vista y el derecho es reemplazado por la resplandeciente luna de la medianoche, y debajo de todo, la criatura del pantano camina hacia los bosques, hacia lo oscuro. Una página fantástica. Todavía me acuerdo cuando leí esta historia por primera vez. Cuando la Cosa del Pantano se materializa en el baño de Abigail es un momento de miedo, y funciona perfectamente gracias al equipo artístico.  

Desde el inicio de “American Gothic”, Alan Moore reinventó a la muchedumbre más tradicional del género del terror. Los vampiros fueron convertidos en criaturas subacuáticas en el lago Rosewood; el mito del hombre lobo fue transformado en una alegoría del machismo, la subyugación de la mujer y las fases lunares reemplazadas por el ciclo menstrual. Ahora Moore juega con la clásica casa embrujada, llenando de crítica social la vacía figura del fantasma.

¡Bang, bang! Seguramente hemos oído esta onomatopeya antes, y Alan Moore juega con ella. Por un lado, el bang-bang hace referencia al disparo del revólver, pero también al sonido del martilleo. En "Danza fantasma" (febrero 1986) ambos elemenos se combinan en una narrativa cautivante. Una familia acaudalada ha construido una casa sobre seis acres de su propiedad. Una construcción tan monumental ha demandado un trabajo constante, y así, el sonido de los martillos y los clavos fue escuchado por años. Hasta que todo se detuvo. Y una vez que se detuvo reapareció un sonido muy familiar. El sonido de las pistolas. Todo hombre, mujer o niño -incluso animales- asesinado por la bala de las armas Cambridge reaparece como fantasma dentro de la gigantesca casa. Y cuando un grupo de amigos visitan la casa, todos los fantasmas despiertan. 

Esta no es una historia políticamente correcta. Alan Moore desafía la hegemonía de grupos como la Asociación Nacional del Rifle (sabemos que la gente que entra en la casa tiene vínculos con esta organización) y eso es lo que cuenta. Porque aquí la idea principal no es algo agradable: Estados Unidos se construyó sobre los cadáveres de los indios, del mismo modo que la casa se construyó gracias a la opulencia generada por la producción y comercialización del rifle Cambridge (una versión más barata del rifle Winchester). Un martillo contra un clavo, una bala contra nuestra carne, todo es lo mismo. Pero el sonido debe parar. Y la Cosa del Pantano sabe qué hacer para lograrlo. 

Aquí el arte está en las manos de Stan Woch y Alfredo Alcalá, y crean una atmósfera ominosa y oscura. Ellos recrean el horror de la muerte y, por encima de todo, la horrenda fascinación que los estadounidenses sienten hacia las armas. Al final, John Constantine reaparece y felicita a la Cosa del Pantano, pero también subraya lo cerca que están del fin: "Tengo un par de boletos de primera fila para el fin del universo". Y eso es algo que merece verse.

August 23, 2013

America’s Got Powers # 6 - Jonathan Ross & Bryan Hitch

Tommy has dreamed such dreams… Dreams of power, glory and ecstasy. In his dreams, San Francisco is no longer the city we’ve visited or seen in movies, now it’s a place inhabited by superhumans. Everyone has extraordinary abilities and powers, and somehow, instead of chaos, a nice and cordial coexistence is made possible.

But what does it mean to dream about a peaceful life? In a way, perhaps, Jonathan Ross reinterprets the interactive processes between the teenager and the powerful adult in charge. Both teens and grownups convey to one another a continual flow of verbal and –an even more influential–non-verbal information. 

Subsequently, Tommy’s dilemma is born out of this dialectical interaction. Though mutually influential, he elucidates how such processes do not obfuscate, but rather redefine, his neutrality. But can he be neutral in the most important battle of history? Can he remain neutral when his power is sufficient to create a new race of superhumans capable of obliterating every major city on Earth? 

Perhaps the US Government is working too hard to "fix" the adolescent; and this inadvertently undermines respect and ultimately leads to an empathic failure. Tommy’s most important link to the world is his mother and his brother. 

This is a primary maternal preoccupation, similar to Donald Winnicott’s evocative term describing the powerful mother-infant bond. Can the protracted experience of empathic attunement be a mutative factor in these relationships? Tommy doesn’t know, and we don’t know. But as soon as the US government starts bombarding San Francisco, Tommy will have to figure it all out. The survival of his family is in his hands.

Bryan Hitch continues with the tradition of great double page spreads. We have a panoramic view of the San Francisco streets crowded with superpowered people. But whenever more violent actions or more intimate moments take place, Hitch’s art continues to shine. 

This is the sixth issue of the miniseries. In issue # 7 everything will come to an end. I can’t wait to see what happens then. And I’m sure I’m not the only one impatient to read the conclusion.

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Tommy ha tenido esos sueños... Sueños de poder, gloria y éxtasis. En sus sueños, San Francisco ya no es la ciudad que hemos visitado o visto en películas, ahora es un lugar habitado por superhumanos. Todos tienen poderes y habilidades extraordinarias, y de algún modo, en lugar de un caos, ha sido posible una coexistencia agradable y cordial.

Pero ¿qué significa soñar con una vida pacífica? De algún modo, tal vez, Jonathan Ross reinterpreta el proceso interactivo entre el adolescente y el poderoso adulto al mando. Tanto los jovencitos como los adultos trasmiten un pulso constante de información verbal y no-verbal.

En consecuencia, el dilema de Tommy nace de esta interacción dialéctica. Aunque de influencia mutua, él comprueba que semejantes procesos no ofuscan, sino más bien redefinen su neutralidad. ¿Pero puede ser neutral en la batalla más importante de la historia? ¿Puede permanecer neutral cuando su poder es suficiente para crear una nueva raza de superhumanos con capacidad para arrasar las más grandes ciudades de la Tierra?

Tal vez el gobierno de Estados Unidos está trabajando al máximo para "arreglar" al adolescente; y esto de manera inadvertida socaba el respeto y en última instancia lleva a un fracaso de la empatía. El vínculo más importante de Tommy con el mundo es su madre y su hermano. 

my drawing / mi dibujo

Esta es una preocupación primariamente maternal,  similar al término que Donald Winnicott evoca para describir el poderoso vínculo madre-hijo. ¿Puede la prolongada experiencia de sintonía empática ser un factor cambiante en estas relaciones? Tommy no lo sabe, nosotros tampoco. Pero apenas el gobierno de Estados Unidos empieza a bombardear San Francisco, Tommy tendrá que descifrar todo esto. La sobrevivencia de su familia está en sus manos.


Bryan Hitch continúa con la tradición de las grandiosas páginas dobles. Tenemos una vista panorámica de las calles de San Francisco atiborradas de gente súper-poderosa. Pero cuando hay acción más violenta o momentos más íntimos, el arte de Hitch continúa brillando.


Este es el sexto número de la miniserie. En el # 7 todo llegará a su fin. No puedo esperar a ver qué es lo que pasará. Y estoy seguro que no soy el único que está impaciente por leer la conclusión.

August 20, 2013

Jupiter’s Legacy # 2 - Mark Millar & Frank Quitely

The superhero genre usually follows established rules. The approach, most of the time, tends to be Manichean. Ideologies are caricaturized or simply ignored. In order to portray a fictitious world of muscled heroes the writer must participate in a “brawn versus brain” battle. In most mainstream works, usually the brawn wins; in other words, the physical confrontation, the “strong versus stronger” dynamics are essential.

Very rarely do we find stories conceived with a different notion. Mark Millar has introduced a number of elements into his narrative that defy the typical reductionism of superhero scribes. In the previous issue we saw how a group of superheroes helped and inspired Americans during the great financial depression. But we are no longer in the 30s, and economic troubles are now more important than the predictable fisticuffs with old villains.

For Walter, brother of the Utopian, this is quite clear: the economic infrastructure must change, the unemployment rate must be diminished, it’s time to “get your head around a post-capitalist ideology”. When he tries to explain his ideas in the White House, he’s stopped by the Utopian. This crisis cannot be averted by superhumans, and only the government can take care of it. Walter and his brother argue. Perhaps this is a not so subtle clash between values and traditions, between opposing ideologies, but it’s also a triumph. Brains over brawn, after all.  

Walter also appears on Frank Quitely’s magnificent cover. Holding a transparent cube, he gazes into the horizon, contemplatively, silently. Quitely gives us a wrinkled face that is the map of an entire life. And like an impossible photography of a man that doesn’t exist, this honest expression makes us realize that everything about this character is true: his determination, his ideology, his fortitude.
Utopian’s daughter / la hija de Utopian

Quitely’s interior pages are also a delight. From the mayhem provoked by Chloe, the Utopian’s daughter, after she finds out she’s pregnant to her sexual rendezvous with the son of Earth’s most infamous super-villain. 

The final page is iconic and dramatic, there we see Walter talking with Brandon, the Utopian’s son, “the old have really no more wisdom than the young. We’re just ugly enough to look wise and not so driven by our genitalia” says the old man. But in Quitely’s hands, even ugliness and sordidness are turned into a visual feast that must be devoured by ravenous eyes and minds that hunger for good art. What a delicious second issue.    
A hero’s daughter and a villain’s son / la hija de un héroe y el hijo de un villano
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Utopian’s son / el hijo de Utopian

El género súper-heroico usualmente sigue reglas establecidas. El enfoque, la mayoría de las veces, tiende a ser maniqueo. Las ideologías son caricaturizadas o simplemente ignoradas. Para retratar un mundo ficticio de héroes musculosos el escritor debe participar en una batalla de “cerebro versus músculos”. En los trabajos de mayor difusión, usualmente gana el músculo; en otras palabras, la confrontación física, la dinámica de "el fuerte versus el más fuerte" son esenciales.

Rara vez encontramos historias concebidas bajo una noción diferente. Mark Millar ha introducido varios elementos en su narrativa que desafían el típico reduccionismo de los escribas de superhéroes. En el número anterior, vimos cómo un grupo de superhéroes ayudó e inspiró a los estadounidenses durante la gran depresión financiera. Pero ya no estamos en los años 30, y los problemas económicos ahora son  más importantes que los predecibles pleitos con viejos villanos.

Para Walter, el hermano de Utopian, esto es bastante claro: la infraestructura económica debe cambiar, la tasa de desempleo debe disminuir, es hora "de pensar en una ideología post-capitalista". Cuando intenta explicar sus ideas en la Casa Blanca, es detenido por Utopian. Esta crisis no puede ser combatida por los  superhumanos, y sólo el gobierno puede encargarse de ella. Walter y su hermano discuten. Tal vez este es un choque no tan sutil entre valores y tradiciones, entre ideologías opuestas, pero también es un triunfo. El cerebro le gana a los músculos, después de todo.
Walter & Brandon

Walter también aparece en la magnífica portada de Frank Quitely. Sostiene un cubo transparente, su mirada se pierde en el horizonte, contemplativamente, silenciosamente. Quitely nos da un rostro arrugado que es el mapa de toda una vida. Y como la fotografía imposible de un hombre que no existe, esta honesta expresión hace que nos demos cuenta de que todo en este personaje es verdadero: su determinación, su ideología, su fortaleza.

Las páginas interiores de Quitely también son una exquisitez. Desde el pandemonio provocado por Chloe, la hija de Utopian, después de enterarse de que está embarazada hasta su encuentro sexual con el hijo del más infame supervillano de la Tierra. 

La página final es icónica y dramática, allí vemos a Walter hablando con Brandon, el hijo de Utopian, "los viejos realmente  no tienen más sabiduría que los jóvenes. Sólo somos lo suficientemente feos para vernos sabios y no estamos tan dominados por nuestros genitales", afirma el viejo. Pero en las manos de Quitely, incluso la fealdad y la sordidez se convierten en un festín visual que debe ser devorado por ojos voraces y mentes hambrientas de buen arte. Qué delicia de segundo número.